The Stepford Wives: unx robot es mejor

 Cuando hace un tiempo hablamos sobre la serie rusa "Mejores que nosotros," y la convivencia de robots y personas en un Moscú apenas futurista, analizamos las tres leyes de la robótica planteadas por Isaac Asimov y el rol que juega la robótica dentro de las sociedades actuales. Cada tanto podemos leer noticias de ese Japón actualizado que reemplaza cada vez más humanxs por robots en los puestos de trabajo, escuchamos los últimos avances en autos "sin conductorxs" y recordamos con algo de nostalgia a Robotina, la sirvienta de "Los Supersónicos". 

Parece sencillo pensar en esto en el 2021, estando cada vez más imbrincadxs en redes de tecnologías móviles, de Internet de las Cosas (IoT) y de inteligencias artificiales (IA) que nos responden en cada central operadora donde hasta hace poco había humanxs (que tampoco resolvían mucho los problemas planteados)

Sin embargo, ya en 1972, Ira Levin escribió la novela "The Stepford Wives" cuya primera adaptación a la pantalla grande la realizaría en 1975 Edgar Scherick. Si bien hubo otras partes vamos a ignorarlas (detesto las segundas partes) y concentrarnos en la remake protagonizada por Nicole Kidman y dirigida por Frank Oz y estrenada en 2004.

En esta película de ciencia ficción, ambientada en las décadas del 50 y 60 en Estados Unidos, una familia decide mudarse a una famosa ciudad en Connecticut llamada Stepford. Joanna, madre y esposa de esa familia, acaba de sufrir un colapso nervioso tras haber sido injustamente despedida de su trabajo en una exitosa cadena televisiva. Por ello Walter, su marido, hace los arreglos necesarios y compra una casa en el lujoso barrio donde solo se ven mansiones despampanantes y las calles son impolutas. 

Al llegar, Joanna tiene una extraña sensación, todo en ese lugar es demasiado ordenado, sobre todo pensando en los movimientos revolucionarios de la época; todas las mujeres son rubias y visten coloridos atuendos algo pasados de moda. Son esposas perfectas, madres atentas y encima cocinan riquísimo. Ella, en contraposición, viste de negro, tiene el pelo corto y oscuro, nunca fue ama de casa y la relación con sus hijxs roza la nulidad. 

A pesar de no encajar logra entablar amistad con una famosa escritora (de la cual leyó libros) y con un famoso arquitecto. Juntxs comienzan a distraerse un poco de ese mundo de budines horneados y pisos relucientes. Mientras tanto, el resto de la comunidad de Stepford realiza sus tareas habituales: los hombres se reúnen en la sociedad masculina y las mujeres tienen una clase de entrenamiento en la cual aprenden a hacer ejercicio mientras barren (si, todo esto sucede mientras las feministas hacen de las suyas afuera).

Joanna, cuyo matrimonio cae en picada, sigue pensando que las cosas no están bien y convence a su marido de irse nuevamente a la ciudad. Este parece haber acordado; sin embargo, cuando Joanna despierta en la noche el perro robot tiene en la boca lo que parece ser un control remoto. Para sorpresa de Joanna, ese control (parecido a uno que había visto en casa de unxs vecinxs) tiene su nombre;  alarmada, se levanta y busca en internet el nombre de las vecinas descubriendo que todas habían sido mujeres importantes en sus áreas antes de llegar a Stepford: gerentas, profesionales, investigadoras. 

Al día siguiente está dispuesta a huir, sin embargo al encontrar a su marido en la sociedad de hombres descubre el plan: las mujeres eran transformadas en robots a través de la máquina de perfeccionamiento de mujeres de Stepford, la cual les implanta nanorobots que las transforma en mujeres serviciales, educadas y por siempre jóvenes, lindas y rubias.

Joanna y Walter son "convertidxs" y aunque ambxs entran a la máquina está claro que a él no le sucede nada. Ella sale de allí como esa mujer "Stepford" igual al resto, y se pierde entre la masa homogénea de esposas carismáticas.

Al final de la película (si, les voy a spoilear el final) cuando creíamos que perdimos a la Joanna malhumorada y estresada para siempre, la película da un revés de esos que tanto me gustan. En medio de una fiesta, ella saca a bailar a Mike (que junto a Claire serían la pareja fundadora de Stepford) y lo distrae, mientras Walter accede a la sala de comandos de la sociedad de hombres y una vez dentro invierte los procesos de conversión. Allí, transforma a las doñas pastelitos en las mujeres que eran antes. Se inicia una rebelión de esposas contra sus maridos mentirosos y estafadores (mi parte favorita, claro) y Joanna, en defensa propia, termina pegándole a Mike con un palo, pero en vez de ver sangre vemos una cabeza metálica que se desprende del cuerpo y cae rodando, con destellos eléctricos (no es ciencia ficción sin escenas bizarras). Claire, consternada, decide contar que en realidad la creadora y fundadora es ella y que quiso crear a Mike como el marido perfecto que nunca fue (lo había encontrado en un affair con su secretaria años antes) convirtiéndolo en un robot. Para recrear ese mundo maravilloso donde las mujeres eran obedientes y queridas y sus maridos, bueno podríamos decir, trabajadores (juro que busqué algún halago pero no encontré). Por ello, decide dar vida a Stepford. 

Este final es interesante no solo por la vuelta que da, ya que creíamos a Joanna convertida, sino porque al inicio de la película, en la presentación, hay una serie de anuncios publicitarios de electrodomésticos. De más está decir que quienes aparecen usando estos artefactos son mujeres, y en casi todas las imágenes se ve a la tecnología como una aliada para las tareas del hogar (Nada nuevo no, Cynthia Cockburn?). Esta estrategia del director cobra un sentido maravilloso al final porque si bien la película da indicios de vidas tecnologizadas (la casa es inteligente y está toda conectada) nunca explicita esta relación hasta que escuchamos a Claire (que por cierto es la brillante Glenn Close) y entendemos que parte de su nostalgia se debe a que las tecnologías de algún modo invadieron la escena familiar y transformaron hábitos tradicionales.

Además, lo que creíamos un invento de los hombres para tener en sus casa a lo que ellos consideran "mujeres perfectas" y que nos revuelve las tripas feministas (?) termina siendo invento de una mujer, y desde el despecho. 

La serie no llega muy lejos en discusiones tecnológicas, de hecho todas las reflexiones podríamos hacerlas solo con esas dos escenas -inicio y fin- y aún así abre la puerta para pensar en la presencia de artefactos en el hogar y en cómo transforman dinámicas familiares. Varios estudios del área de comunicación han analizado ya como la llegada de la televisión modificó el momento de la cena familiar o como las cadenas de comida rápida generaron cambios en las comidas en familia. 

En Stepford, se vislumbra una mirada tecnofóbica sobre el progreso tecnológico que se evidencia en el relato final de Claire. Pero también, se hace una crítica al progreso laboral y podríamos decir al capitalismo como acelerador de la cotidianeidad, ya que todas las mujeres eran exitosas trabajadoras que sufrían de estrés y ansiedad (un poco frankfurtiano)

Si bien huyo de las miradas tecnofóbicas es interesante analizar cuántos discursos del tipo Claire escuchamos a diario cuando salen novedades de IA o de IoT y a cuantxs conocidxs les gustaría irse un rato a vivir a Stepford con pasteles recién horneados. Otrxs, ahí estoy yo, reflexionamos en la relación que hay entre esa máquina de perfeccionamiento de mujeres y las modificaciones genéticas actuales (y futuras ni hablar) y, yendo un poco más lejos, pensamos junto a autorxs como Eric Sadin en la posibilidad del transhumanismo o en lxs Cyborg de Donna Haraway. 


No se ustedes, yo por mi parte sigo prefiriendo reducirme a bytes antes que ser una señorita de vestidos floreados que solo hornea pastelitos.

(pensandolo bien, los pastelitos pueden quedarse, al fin y al cabo lxs cyborgs también comemos)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apropiaciones tecnológicas estudiantiles ¿por qué PROA?

Tecnologías móviles: las llaves y las jaulas.

Kilos vs. Bytes