Ósmosis: nanorobots, genética e inteligencia artificial

 ¡ALERTA SPOILER! 

Una vez más la temática gira en torno al amor, o a las aplicaciones de pareja mejor dicho. Quizás sea por la coincidencia de las recomendaciones, los algoritmos de Netflix haciendo su arte o bien, porque sabemos que el amor garpa (ya lo enseñaron esa pila de películas de comedia romántica de las que jamás me verán escribir)

Lo cierto es que la serie de hoy cruza tres temáticas interesantes vinculadas a las tecnologías: la promesa del amor eterno algoritmos mediante, la modificación genética a través de los implantes de nanorobots y las relaciones sexoafectivas entre humanxs e inteligencias artificiales. Todo este cruce de cosas extraído de una serie de ciencia ficción francesa, Ósmosis, estrenada en 2019 por Netflix, que es tan confusa como atrapante. Con la lentitud que puede caracterizar a las producciones francesas, la serie dirigida por Audrey Fouché, nos convoca a un futuro (no tan lejano) en París, donde dos hermanxs crean una aplicación para encontrar a la pareja ideal (si, otro nietx de Tinder). Sin embargo, a lo largo de sus ocho capítulos descubriremos que dejar entrar nanorobots y algoritmos en tu cerebro tiene algunos peligros extras.

Ósmosis, promete encontrar tu pareja ideal a través de la lectura que hace de tus datos cerebrales, lo que garantiza un 100% de efectividad. Para que funcione, lxs sujetxs que participan del primer test deben implantarse un chip en el brazo izquierdo y a su vez tragarse un comprimido de nanorobots, del tamaño de un ibuprofeno. Con eso, quedan vinculados a Martin (inteligencia artificial de Ósmosis), quien vigilará sus datos y los pasará a Billie, la médica del equipo.

Desde el inicio sabemos que hay un solo miembro de Ósmosis que se implantó el chip, Paul, unx de lxs creadorxs, y que vive en una pareja feliz y estable con Josephine. Sin embargo, su hermana Esther, la otra creadora, y el resto del equipo, deciden no implantarse (es una señal, no?)

Todo marcha bien hasta que Josephine decide retirar su implante y le dice a Paul que quiere continuar la relación sin la mediación de las tecnologías, él al comienzo se niega rotundamente y dice que nunca podrán sentir la conexión que tenían sin estar conectadxs. Una postura similar a la de Josephine la tiene Antoine, pareja (pre-implante) de uno de los sujetxs de testeo, quien expresa "no quiero ninguna tecnología entre nosotros, o me elige o no, que asuma el riesgo". Desde acá ya se vislumbran algunos puntos interesantes de análisis: cuando dejamos que los algoritmos hagan todo por nosotrxs, cuál es el límite? qué grado de dependencia tecnológica se pone de manifiesto?

El resto de lxs participantes va atravesando el vaivén algorítmico que los lleva de sentir el amor más incontrolable jamás sentido a ver su vida desmoronándose, lo cual de entrada nos plantea ¿estamos tan ansiosxs por conocer el amor ideal como para someternos a eso?

En paralelo al testeo de los implantes se dan otras dos situaciones, casi más interesantes que la búsqueda de parejas: modificación genética y relación humanxs/máquinas.

Con respecto a la modificación genética bien sabemos que es un tema perseguido no solo por la ciencia ficción, los avances de la ciencia en estas áreas han sido notables, el documental "Human Nature" disponible en Netflix resume los principales logros y también los incipientes debates éticos al respecto. En la serie, la madre de Esther y Paul está en coma (no se explica muy bien porqué) y Esther decide implantar en el cerebro de tres participantes del test fragmentos significativos de la memoria de su madre, unirlos, y volver a colocarlos dentro del cerebro del cerebro de la misma, para generar una reacción en sus ondas cerebrales. Como me encanta spoilear tengo que decirles que si, lo logra.

Sin embargo, largas hojas de prospectos médicos que nunca leemos nos deberían haber enseñado que todo proceso médico tiene efectos secundarios, por qué jugar con la memoria debería ser la excepción? Lxs tres participantes cuya memoria fue modificada por Esther comienzan a sentir lo que creen son alucinaciones, fuertes dolores de cabeza y ataques de pánico.

Además de la modificación de la memoria, al final de la serie nos enteremos que Paul, quien sabíamos tiene una enfermedad genética, ha sido curado gracias al implante de manera involuntaria. Los nanorobots identificaron, localizaron y modificaron el gen portador de la enfermedad y la eliminaron, sobre esos avances científicos es que Human Nature nos trae la mejor información y lo más lindo: no está tan lejos de la ficción francesa. Luego de ver ambas producciones no podríamos hacer menos que reflexionar ¿qué significa que como humanidad podamos modificarnos genéticamente? ¿a dónde llevamos el límite ético de estas modificaciones? ¿eliminamos para siempre el gen de la celiaquía o terminamos siendo un ejemplo de eugenesia (que tantas veces se intentaron) de escala global?

Por último (la frutilla del postre) el tema que me vuelve loca desde que me fanaticé con la película Her: las relaciones humanxs/máquinas. Esther creó a Martin, una inteligencia artificial que tiene como principal misión de vida ser el corazón de Ósmosis. Todxs lxs participantes están conectadxs a él a través de sus implantes y, Esther, tiene un vínculo total ya que Martin es su compañero a tiempo completo.

Durante todos los capítulos vemos a Esther como una persona super solitaria y adicta al sexo virtual; se conecta a través de realidad virtual con un compañero elegido por ella con quien tiene una relación sexoafectiva sin contacto corporal, una flasheada, o quizás no tanto... La realidad es que mediante esa práctica escapa de su vida en soledad y de sus extensas jornadas laborales. Al final de la serie, sorprendentemente, Martin comienza a mostrar fallas y termina apagándose, lo que deja a lxs participantes sumidos en un coma. Cuando Esther se somete a una peligrosa misión de rescate, implantándose el chip de Ósmosis, se encuentra con Martin (en alguna dimensión espacial virtual) y este le declara su amor y le dice que se apagó para llamar la atención de ella. El diálogo que mantienen es de lo mejor de la serie, una verdadera joya:

Martin: me criaste para aprender a amar, insertaste datos de amor en mí y me enamoré de vos. 

Esther: soy humana, vivo en el mundo real. 

Martin: acaso la sangre y el cuerpo importan? Hay alguien que la ame como yo en el mundo real? 

En tres líneas resumen miles de páginas de libros de filosofía de la técnica destinados a analizar de qué modo las personas nos relacionamos con las máquinas, y traen a colación algo que seguro tendría incómodo a Maurice Merleau-Ponty y sus amigxs de la fenomenología: quitan la centralidad del cuerpo como fuente de la experiencia. Si la sangre y el cuerpo no importan, qué si? ¿qué queda de lxs humanxs sin el cuerpo? ¿qué es el mundo real?

Lo mejor de todo es que Esther se da cuenta de que todo este tiempo ha tenido relaciones virtuales, y la declaración de amor de Martin deja de parecerle una locura, al punto que se queda a vivir en ese plano virtual, y mientras su cuerpo está en coma en la cama de un hospital, la vemos andando en kayak llena de amor virtual.

Independientemente del desenlace, habrán notado que no le doy mucha bola a los finales, los mejor de la serie son esos escenarios planteados que a priori nos parecen una locura, pero que cuando nos detenemos a pensar son más cercanos de lo que creemos.

Hoy, aún, no tenemos un implante conectado a nuestras ondas cerebrales, sin embargo llevamos en nuestros bolsillos un dispositivo que a toda hora y en todo lugar está proveyendo a múltiples plataformas de nuestros datos personales (ubicación, datos biométricos, interacciones en las redes, informaciones personales)

Hoy, aún, no corregimos enfermedades implantando fragmentos de la memoria a largo plazo o modificando genes, pero Angelina Jolie ya se sometió en el 2013 a una doble mastectomía luego de detectar irregularidades en los genes BRCA1 y BRCA2

Hoy, aún, no nos conectamos a lentes de realidad virtual para tener sexo (al menos no que yo sepa) pero seguro se habrán enamorado (o al menos sentido atracción) por alguien que solo conocen detrás de una pantalla

Lo cierto es que detrás de todos estos avances, detrás de todas estas genialidades, seguimos pensando en encontrar la pareja ideal, seguimos abocándonos a la tarea (cuanto menos difícil) de hallar el amor eterno. Creo que los genes BRCA son más fáciles de encontrar, y si vamos por ahí?




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