Nos quitaron tanto, que nos quitaron el miedo
Hasta hace no mucho yo pensaba dos cosas 1) como ya no
estamos en tiempos de dictadura soy libre de pensar y expresar lo que quiera 2)
qué le va a importar a Don Google lo que yo postee en mis redes si soy una
nadie en un mundo gigante.
Ese día, en el marco de una protesta en la comunidad Mapuche
Pu Lof en Resistencia de Cushamen en Chubut (Argentina) la gendarmería nacional
detuvo a Santiago Maldonado por rebelde, por revolucionario, por hippie, quién
sabe por qué más.
Ese día, y el 17 de octubre del mismo año cuando encontraron
su cadáver comprendí que ninguna de las dos cosas que yo pensaba/creía estaban
en lo cierto. Y, entendí además, que no hay peor dictadura que aquella
disfrazada de democracia.
Ese día podría haber sido yo, que fui a las marchas de la
gorra, a las marchas docentes, a las marchas por el aborto legal, a las marchas
de ni una menos y la lista podría tener varios renglones más. Podría haber sido
cualquiera de mis amigxs, de mis colegxas, de mis compañerxs.
Pero le tocó a Santiago.
Las expresiones de odio y de violencia que me tocó leer en
esos meses no se comparan con nada, o bueno, lamentablemente se comparan con
muchas otras.
En el 2018, sin Santiago y sin tantxs otrxs, participé de
las dos vigilias por la votación del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria
del Embarazo. Nuevamente las muestras de odio, de violencia, de desprecio.
Podría hacer un tratado de cómo los medios hegemónicos
participan y alimentan ese odio, pero no me voy
a detener en ello. Hay quienes dicen que las redes sociales acrecientan
el odio sin embargo, yo creo que el odio lo tenemos instalado y tiene que ver con
estructuras mucho más profundas. Odio hubo siempre, en tiempos de imprenta y en
tiempos de bits y seguirá habiendo en muchos más.
Para cuando creía que como sociedad no podíamos superarnos y
que ya había visto todo, el 22 de mayo de este año dos hombres se bajaron de un
auto e intentaron quemar vivas a dos personas en situación de calle.
Por pobres, por sucios, por quién sabe qué más.
Hoy escribo esto desde Salvador de Bahía un día después del
paro general al que no me animé a ir. Quién sabe? quizás soy demasiado zurda y
demasiado extranjera para la policía de Brasil. Ayer no quise arriesgarme y fue
una excepción, la lucha sigue.
Feminista, feminazi, zurda, vaga, piquetera, abortista,
asesina de bebes… el odio de algunxs es la lucha de muchxs.
Como a luta de muitos é contra os preconceitos, as desigualdades, a discriminação, o ódio dos preconceituosos, dos opulentos, dos elitistas aparece com força, justamente para tentarem manter seu lugar, seu status quo, e para tanto usam de todas as armas possíveis, físicas e simbólicas, já que o aparato legal de nossos países sempre estiveram a serviço das elites, e nada pode freá-los.
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